Las leyes inderogables que un tiempo regulaban la relación «comida-vino», hoy son menos rígidas que antes; tanto que muchas veces, durante un almuerzo se sirve un único tipo de vino sin que ello revista mayor importancia. Pero cuando se presentan ocasiones un poco más formales, podría resultar muy útil rescatar algunas de aquellas reglas.
Con las entradas, con las sopas ligeras, pastas y arroces a base de pescado, los huevos, con el pescado, conviene servir un vino blanco seco o un delicado rosé. Con pastas y arroces condimentados con salsas a base de carne o verduras y platos de carne blanca, es mejor proponer un vino tinto ligero. Un vino tinto con más cuerpo es ideal para platos a base de carne roja, como por ejemplo los estofados, los asados, entre otras. Para el postre, es mejor servir vinos blancos más dulces, un espumante o champagne demi-sec.
En todo caso, el vino debería combinar muy bien con el plato servido: si el plato es sustancioso, el vino debe tener cuerpo. Es muy importante evitar que un plato de gusto delicado sea anulado por un vino pesado o, por el contrario, que un vino ligero sea atropellado por un plato de gusto más decidido.
La temperatura del vino
Recordemos que el vino tinto debe ser servido a temperatura ambiente –es decir, a 16°C– mientras que el vino blanco se sirve un poco más fresco. Si el vino proviene directamente de una cava (o bodega), será necesario llevarlo a la temperatura justa en modo gradual: se debe evitar calentarlo velozmente. La temperatura óptima del vino blanco es alrededor de los 6-8°C y una temperatura inferior podría comprometer su bouquet. Los vinos tintos se deben destapar y dejar reposar por una hora aproximadamente, antes de ser servidos.

El arte de decantar un vino
Si se tiene la intención de proponer un refinado vino tinto con muchos años de envejecimiento, lo más recomendable es decantarlo para permitirle a los sedimentos poder depositarse en el fondo. La decantación de un vino es una operación más delicada de lo que suele pensarse, de hecho, “decantar” es un término tomado directamente de la química que significa separar un líquido de un sólido. Después que los sedimentos se depositen en el fondo del decantador (proceso que le tomará algunas horas), será necesario colocarlo con un movimiento decidido, en una jarra especial o en una botella de cristal perfectamente lavada y secada, deteniéndose justo en el momento en que los sedimentos alcancen el cuello del decantador. Para controlar la presencia de sedimentos en tu vino, solo tendrás que colocar la botella de frente a una fuente de luz.
Al momento de servir el vino, se debe tratar de no apoyar el cuello de la botella al borde de la copa: se trata de un tema no solo de forma sino de higiene. Finalmente, recordemos que degustar un vino no significa solamente entender si es un buen vino o si es de mala calidad; significa aprender a apreciar la infinidad de aromas y sabores que nos regala, conectando las sensaciones percibidas a su historia, a su lugar de proveniencia, a su filosofía de producción, a su evolución en el tiempo. ¡Salud!
Bibliografía referencial:
SMITH, S. – LANSDOWN, K., A tavola con stile, Mondadori Editore, Milano, 1988.
AO&P
Unas consideraciones y consejos siempre oportunos y que nos ayudarán a degustar mejor el vino y saborear mejor la comida. Muchas gracias.
Salud.
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Excelentes recomendaciones
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