El medioevo no es tan malo como dicen

Hablar de la edad media (o medioevo) hoy día no es tarea fácil. Sobre todo, si aquello que se tiene que decir es positivo y a favor de ese vastísimo compendio de siglos. Nos han querido inculcar la tesis de un medioevo inmerso en el más retrógrado de los oscurantismos, en donde, así como por deporte, la gente se dedicaba a cazar “brujas”, o a quemar herejes en las hogueras, entre otras cosas. No olvidemos que el medioevo, así como cualquier otro período histórico, está lleno de muchos altibajos desde el punto de vista cultural; de tantos períodos de luz, así como también períodos de oscuridad… o si no, díganme ustedes cómo podríamos definir el actual momento histórico que nos ha tocado vivir. 

En este sentido, ponerse a discutir con aquellos que afirman que “todo tiempo pasado fue mejor”, al igual que asegurar con prepotencia que “la modernidad (entendida como contemporaneidad), es mejor que todo tiempo pasado”, resulta de una absurdidad que raya en lo aburrido y tedioso. La lectura de la historia está muy lejos de parecerse a ese tipo de discusiones estériles. 

Fachada del Duomo di Pisa, maravilla arquitectónica medieval (s. XII)

En primer lugar –esto creo que ya todos lo sabemos sin embargo no está de más recordarlo– el medioevo ha sido definido convencionalmente como un período histórico que abarca, desde el siglo V hasta el siglo XV de nuestra era, principalmente y sobre todo, la historia europea (resulta impropio, por no decir anacrónico, referirse a un “medioevo suramericano”, por ejemplo). Como podemos apreciar, son muchísimos los años transcurridos al interno de ese arco temporal.

La Edad Media y su herencia

Pero, ¿cuáles serían entonces esas cosas que forman parte de nuestras vidas y que nos ha legado el medioevo? Para comenzar a responder esta pregunta, podemos citar a Chiara Frugoni, historiadora italiana de reconocida trayectoria a nivel internacional que ya hemos mencionado en otro artículo, quien no duda en enumerar algunas voces: «los anteojos, el papel, la filigrana, el libro, la imprenta de tipos móviles, las universidades, los números árabes, el cero, la fecha de nacimiento de Cristo, las entidades bancarias, las notarías, el nombre de las notas musicales y hasta la escala musical»… ¡sí, esas mismas notas musicales que hoy usa Rosalía!

«El medioevo –continua Chiara Frugoni– nos dio los botones, la ropa interior y los pantalones; nos divierte con los juegos de carta, el ajedrez y el carnaval; alivia los dolores con la anestesia, nos ilusiona con el uso de amuletos. Llevó a casa a los gatos, el vidrio de las ventanas y las chimeneas; hizo que nos sentáramos en la mesa a la hora de comer (recordemos que los antiguos romanos comían casi acostados) y nos enseñó el uso del tenedor para comer la pasta que tanto nos gusta, cuya harina es molida incansablemente por los molinos de agua y viento (también obra del medioevo)». Más allá de si consideramos todas esas cosas importantes en nuestras vidas o no, lo fundamental es tratar de abrir los ojos y ver las cosas con una mentalidad diferente. Al fin y al cabo, te guste o no, valores o no el medioevo, la mayoría de las cosas que tienes y usas en este momento fueron inventadas en aquel período.  

Definitivamente el medioevo no es ese oscuro monstruo que nos han querido dibujar. Y no se trata tampoco de hacer una apología de este período histórico. Evidentemente la humanidad ha recorrido mucho camino (y también ha avanzado, aunque eso es más discutible) en materia tecnológica y en materia de derechos humanos. Pero muchas veces incurrimos en el error de querer juzgar el pasado con la mentalidad de hoy, y eso no es correcto, o por lo menos no es lo más justo. 

Baptisterio de Pisa, s. XII

La mayoría de todos nosotros damos por descontado tantas cosas de nuestro día a día, y es bien raro que alguien se pregunte por el origen de algún determinado objeto o por el uso que tuvo en el pasado. Por ejemplo, ¿quién me podría decir qué relación hay entre Steve Jobs, los caracteres que aparecen en la pantalla de tu ordenador y el medioevo?

Influencia de la Edad Media en el cine 

Es inútil negar el gran aporte que el medioevo ha dado al imaginario popular de nuestros días. Y eso lo vemos reflejado sobre todo en la gran pantalla y en la literatura. En este sentido podríamos afirmar que el mundo de la imaginación y de la fantasía han podido extraer de la edad media, la linfa vital con la que se nutren las historias que nos han hecho reír y llorar frente a las pantallas de nuestros hogares. 

Historias y fábulas como las de los hermanos Grimm, muy bien representadas por los personajes creados en la Disney, o películas de gran éxito taquillero como El Señor de los Anillos (solo por citar un ejemplo), adaptación de la obra literaria de un grande como lo fue J.R.R. Tolkien, presentan un gran contenido que podríamos definir de corte medievalista, reflejado en elementos que para nosotros hoy resultan muy comunes e identificativos de aquellos tiempos y que Jacques Le Goff describe muy bien: la diferencia entre el bosque y la ciudad (en este caso representado por el castillo, o el pueblo o la ciudad medieval) en donde el bosque es sinónimo de “desierto”, de oscuridad, de incivilización, y el castillo o la ciudad simbolizan la cultura, la civilización y el conocimiento; la diferencia entre los seres humanos y los seres antropomorfos, como por ejemplo las hadas, los duendes, los gigantes, etc.; la diferencia entre los animales “naturales” y los “imaginarios”, como por ejemplo los dragones alados que escupen fuego.

Como podemos ver, la infancia de muchos de nosotros estuvo animada y recreada con personajes que se movían en bosques encantados, o con caballeros en armadura que luchaban contra los temibles dragones alados para rescatar a una doncella que al final de la historia resultaba ser una princesa perdida. ¡Vamos! Que no todo en el medioevo fue negativo. Por más que quieras negarlo, vivimos inmersos en una época heredera de todo un bagaje cultural que atravesó todos esos años desde el siglo V hasta el siglo XV. Obras como La Divina Comedia de Dante Alighieri, el Decamerón de Giovanni Bocaccio, o El nombre de la rosa de Umberto Eco, para citar a un contemporáneo, seguramente hacen parte de la biblioteca de muchos de nosotros… pues, se lo debemos también al medioevo.

Bibliografía referencial:

FRUGONI, CHIARA, Medioevo sul naso. Occhiali, bottoni e altre invenzioni medievali, Editori Laterza, Bari, 2005.
LE GOFF, JACQUES, Il meraviglioso e il quotidiano nell’Occidente medievale, Editori Laterza, Bari, 2019.

AO&P

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Un comentario Agrega el tuyo

  1. Dasein dice:

    Me gusta pensar en el medioevo como una fuente de inspiración contra las adversidades. A pesar de la falta de medicina y las comodidades de las que disfrutamos actualmente, las personas de esa época salieron adelante con lo que tenían y nos ayudaron, de alguna forma, a ser la sociedad que somos hoy. Gracias por el articulo <3.

    Le gusta a 1 persona

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